La personalización y los detalles cuidados también llegan al banquete nupcial.
El menú tipo y cerrado pasa a mejor vida y es ahora la propia pareja la que puede diseñar los platos según sus propias preferencias y la de sus invitados. Encontrar la posibilidad de escoger un menú vegetariano o vegano o teniendo en cuenta las alergias de los invitados, será algo habitual y que seguro sabrán agradecer los amigos y familiares.
Las mesas saladas y dulces, las máquinas expendedoras de bebidas o las cintas transportadoras que se pueden ver en algunos restaurantes de sushi también se hacen hueco en las bodas. ¿Qué se busca? Que los invitados se levanten, interactúen y que se conviertan en verdaderos partícipes del día, pudiendo palpar cada detalle y haciendo que se sientan parte del espectáculo.
Si antes las bodas se hacían para que las parejas vivieran su día de manera inolvidable, ahora son ellos los que buscan causar el efecto ‘wow‘ entre sus invitados. Para ello, actividades tan sorprendentes como una lectura del tarot, una exhibición de magia o un espectáculo de fuegos artificiales serán casi indispensables.
Pero si hay algo que no cambia, aunque sí que se renueva, es la barra libre. Se buscará dar un aire fresco a lo tradicional. Aunque los cócteles seguirán siendo los reyes y el clásico gintonic no perderá fuerza, la tendencia se inclina por
cócteles más elaborados y mezclas a base de bebidas efervescentes, como el agua carbonatada o champán. Un toque de sofisticación para una de las tradiciones que se mantiene año tras año.